Boca llega a Avellaneda, luego de haber avanzado de milagro en la Copa Argentina y siendo muy cuestionado por la inconsistencia de su juego. El equipo de Diego Martínez tiene lapsos donde logra hilvanar algunos momentos de lucidez y de peligro en el arco rival, pero no tiene solidez ni da garantías en el fondo.
Los penales fallidos de Franco Moyano y Guido Herrera en la dramática definición en Mendoza le permitieron una bocanada de aire al entrenador Xeneize, quien ya se veía afuera del club. Indudablemente, la vida que le otorgó Talleres puede significar un remanso ante tanta incertidumbre.
Es que Boca no tiene identidad. Tal como fue sucediendo con Battaglia, Ibarra y Almirón, el elenco de la Ribera no puede sostener un equipo que pueda jugar bien al fútbol. Consigue resultados porque tiene un plantel rico en individualidades, pero colectivamente su producción viene siendo muy pobre desde hace años y no tiene un horizonte esperanzador.
Para colmo de males Pol Fernández, su capitán, ya anunció que no extenderá su contrato a vencer en diciembre. El ruido de su salida no tiene que ver necesariamente con su nivel, sino más bien con un sentido de pertenencia que viene escaseando cada vez más el club, y que también puede extenderse en la indecisión de Cristian Medina, por ejemplo, de seguir estando.
En lo que refiere al encuentro de hoy, el técnico decidió incluir a Ignacio Miramón en el mediocampo para ser de contención y darle más libertades al propio Fernández. Esto es una sorpresa, porque el canterano de Gimnasia no venía teniendo minutos en el equipo titular. Sin dudas que Martínez imagina y desea que su equipo pueda ganar ese espacio tan sensible.
Con una disposición táctica de 4-4-2, la muy probable formación de Boca Juniors iría con: Sergio Romero; Juan Barinaga, Cristian Lema, Aaron Anselmino, Lautaro Blanco; Cristian Medina, Pol Fernández, Ignacio Miramón, Kevin Zenón; Miguel Merentiel y Milton Giménez.