En una tarde inolvidable, bajo un calor agobiante, el equipo de Avellaneda volvió a subirse a lo más alto de la cima continental, venciendo a Cruzeiro por 3 a 1, consagrándose por primera vez en la Copa Sudamericana. La Academia justificó con fútbol y personalidad el título conseguido en Asunción, cambiando críticas por elogios.

Agacha la cabeza y corre con los ojos cerrados; desde la línea de cal hacia adentro del campo de juego. Empuja. Lo empujan y también invaden el terreno. Levanta los brazos pero esta vez no tiene a nadie que lo abrace. Está en completa soledad mirando a su gente, con una expresión de plenitud pocas veces vista.

Es el relato del tercer gol. El de Roger. El que sentenció un encuentro que había empezado de manera tan inesperada como favorable para el elenco albiceleste. En apenas 20 minutos demostrando quién de los dos tenía más determinación para quedarse con el trofeo.

El personaje que corre embrollado y se quede atónito mirando al cielo es Gustavo Adolfo Costas. Cuestionado, llegó a su Racing a lo más alto y logró el objetivo por el que decidió volver a hacerse cargo del plantel profesional: salir campeón de un título internacional. La Academia ganó la Copa Sudamericana de punta a punta, siendo el equipo más goleador de este certamen desde su génesis a esta edición (con 33 tantos a favor).

El certamen le dio la posibilidad de la redención definitiva a Gastón Martirena, Juan Nardoni y Maximiliano Salas. Desde la batalla de San Pablo, a esta parte, fueron los puntos más sobresalientes del equipo. Los goles del uruguayo, la entrega conmovedora del mediocampista y la lucha incansable del correntino significaron un bálsamo para el equipo que descansó en su aporte y sacrificio.

El resto del equipo se mostró sólido y comprometido; con un chip diferente a lo que fue sucediendo en la Liga Profesional, tal como reconoció Maravilla Martínez, el goleador del torneo, luego de vencer a Atlético Paranaense en cuartos de final. El delantero finalizó la competencia convirtiendo 10 goles, el último, nada menos que en la final.

La resiliencia del grupo pudo reflejarse luego de la primera caída ante Bragantino, en zona de grupos, donde pudo vencer con holgura al elenco brasileño para asegurar el primer puesto. Luego, sostenido por su capitán y a pesar de la derrota, salió con vida de Curitiba para dar vuelta la serie en Avellaneda.

Con el diario del lunes, la verdadera final se jugó en la semifinal ante Corinthians. El equipo de Ramón Díaz, con grandes figuras y un tridente ofensivo letal, exigió de Racing darlo todo para quedarse con el boleto para la final. La injundia que tuvo el equipo en el Estadio Neo Química fue emocionante y muestra fiel de que se podía creer en la hazaña.

Párrafo aparte para Santiago Sosa. El mediocampista, devenido en líbero, jugó el año futbolístico de su vida. Impasable de arriba, cuando el balón viene de frente, lleno de prestancia en el manejo del balón y oportuno en cada cierre.

El agradecimiento para la dirigencia, cuerpo técnico y plantel será eterno y no habrá crónica, ni análisis que pueda abarcar en palabras el sentimiento que este logro generó. Que esto sea el inicio de muchas más alegrías. Este equipo, este entrenador y su gente lo merecen.

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