Racing cayó 1 a 0 ante Atlético Paranaense en su visita a Curitiba. El elenco argentino hizo un buen primer tiempo, pero siempre apresuró o demoró el último pase. Por el contrario, el conjunto local (que atraviesa un delicado momento futbolístico), aprovechó la única ocasión de gol que tuvo en la primera mitad y creció a partir de entonces. En una semana, el desquite.

La derrota deja un sabor agridulce porque La Academia tuvo una primera mitad de partido donde generó supremacía anímica y territorial sobre el conjunto rojinegro. Movió el balón de lado a lado y tuvo ocasiones como para ponerse arriba en el marcador. Principalmente por envíos largos atacando el espacio para que Maravilla Martínez quede de cara a Mycael.

El portero le tapó un buen remate con poco ángulo que el goleador remató de aire a los 10 minutos de iniciado el duelo, luego de haber recibido la habilitación por parte de Agustín Almendra. Luego de ese primer disparo, el equipo de Gustavo Costas acumuló varias aproximaciones que no llevaron peligro, pero que dejaron ver sus intenciones.

A los 33 minutos, luego de que una mala salida desde abajo, Gastón Martinera recorrió unos metros con pelota dominada y sacó un buen remate que besó la parte externa de la red.

Cuando el público local estaba en completo repudió por lo que su equipo estaba mostrando en el terreno de juego, llegó la apertura en el marcador en una jugada absolutamente aislada. Agustín Canobbio superó la marca del propio Martinera, Di Césare salió a buscarlo dejando su lugar, que no fue cubierto por Juan Nardoni.

El uruguayo asistió a João Cruz (que había ingresado por el lesionado Bruno Zapelli) y el joven mediocampista definió cruzado, encontrando a Gabriel Arias muy tapado por los defensores albicelestes. El 1 a 0 fue un baldazo de agua fría; un golpe al mentón del cual Racing no pudo reaccionar y hasta pudo pagar con una desventaja mayor antes del descanso.

En el complemento el equipo decididamente padeció las condiciones del césped sintético, la humedad y el cansancio mental y físico que (justificadamente o no) tuvo en el clásico ante Boca. De no ser por Gabriel Arias, la serie pudo haberse cerrado anoche mismo por el desorden y la desconcentración que tuvo el equipo de Gustavo Costas en la última línea.

El delantero Pablo, que ingresó a los 28 minutos del segundo tiempo por el uruguayo Gonzalo Mastriani, exigió en dos oportunidades al neuquino. João Cruz hizo lo propio, donde el arquero tuvo una reacción descomunal despejando el remate con su pie izquierdo e inmediatamente después cortando un centro al área chica.

La Academia cerró el encuentro totalmente desdibujado a lo que fue su inicio, pero la ventaja mínima en favor de los brasileños lo deja con vida para la revancha del próximo jueves en el Cilindro. Ahora, a dar vuelta la página y pensar en Talleres para no perderle pisada a Vélez en el certamen doméstico.

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