Racing perdió 2 a 1 ante Talleres de Remedios de Escalada, en los 16Avos de la Copa Argentina. Una vez más, como en tantas otras oportunidades, el equipo de Avellaneda volvió de dejar prestigio por los diferentes rincones del país; esta vez, en la cancha de Quilmes, ante un rival que lucha por mantener la categoría en la Primera Nacional. Vergonzoso por donde se lo mire.
Las declaraciones de Agustín García Basso, luego del sabor agridulce que provocó la goleada ante Belgrano por 4 a 0 que fue estéril ante la temprana eliminación de la Copa de la Liga, no repercutió en nada. El plantel no aprendió de los errores cometidos ante Godoy Cruz, Platense y Sarmiento para evitar un nuevo fracaso.
El entrenador tampoco aprendió de las equivocaciones que tuvo en el armado de varios de esos encuentros en los cuales no pedían, por ejemplo, jugar con línea de tres defensores. Por caso, en la noche de ayer tampoco era necesario tal disposición táctica para marcar a un solo hombre (Talleres sólo tuvo a Nicolás Molina, como único delantero).
Sumado a esto, la presencia de Juanfer Quintero entre los once, fue un completo desacierto de Gustavo Costas. El colombiano, falto de ritmo y de forma física por su prolongada ausencia, estuvo errático y poco determinante en todo el partido. Muy probablemente haya sido el peor partido del mediocampista con la camiseta albiceleste.
El conjunto de Avellaneda siempre estuvo incómodo en el duelo. Más allá de intentar adueñarse del partido desde el inicio, fuera de esos primeros 10 minutos donde a elenco del Sur le costó acomodarse, una vez que pudo tener sosiego con la tenencia de Fernando Enrique y el recorrido de Tomás Asprea, neutralizó todo lo que Racing intentó hacer.
A pesar de quedar rápidamente abajo en el marcador, por el gol de Fernando Duré a los 6 minutos del primer tiempo, La Academia intentó mantener la calma, pero fue inútil porque tanto Zuculini como Almendra no estuvieron claros en el traslado y el destino de la pelota, lo cual hizo que Talleres la recuperara rápido.
El equipo de Martín Rolón, con poco hizo mucho. Molina, bien controlado por la última línea en el primer tiempo, fue determinante en el complemento. La primera equivocación de Marco Di Cesare en el encuentro terminó marcando un precedente. Ni bien empezado el segundo tiempo, el zaguero quiso asistir a Facundo Cambeses con un pase mordido que capturó el lungo atacante.
El 9 remató con el borde externo de su pierna derecha en un remate elevado que encontró al portero adelantado. El disparo dio en el palo izquierdo y recorrió toda el área ante la mirada estupefacta de todo el público académico. Nadie podía entender tal nivel de confusión, pero sin dudas fue el principio del fin.
Sólo un remate con la potencia y dirección del disparo de Maximiliano Salas a los ** podía lograr un empate que iba camino a ser completamente esquivo porque el rival ya le había cerrado todos los caminos posibles para la paridad. Sin embargo, la falta de claridad en los últimos metros siguió su curso y terminó de la peor manera.
Cuando todo indicaba que el desenlace de la llave se definiría en los penales, llegó la gota que rebalsó el vaso. Tras un tiro libre, el juvenil Diogo Guzmán probó a Cambeses con un remate potente. El arquero dio un rebote que controló muy inteligentemente por Ciro Campuzano. El extremo tuvo la lucidez que esperar la aparición por sorpresa de Guzmán, mientras Di Cesare chocó con Cambeses, impidiendo que pudiera levantarse con rapidez.
La asistencia hacia el centro del área no pudo ser bloqueada por ninguno de los zagueros y el joven terminó definiendo de zurda. No hubo tiempo ni mente despierta para corregir nada de todo lo malo que se planificó e hizo durante los 96 minutos de juego. Un papelón; uno de los tantos a lo que este equipo ya le tiene acostumbrado brindarle a su gente.