En una noche inolvidable, La Academia venció 2 a 1 a Corinthians y sacó boleto a Asunción para la gran final de la Copa Sudamericana, donde Cruzeiro ya esperaba rival desde el miércoles. El equipo de Gustavo Costas dejó la piel en el Cilindro y se repuso del duro golpe que le propinó Yuri Alberto en el amanecer del partido. Juanfer Quintero mostró todo su repertorio para dar vuelta el resultado y continuar con el sueño intacto.

El enorme recibimiento que tuvo el plantel y cuerpo técnico fue inmensurable. Un despliegue descomunal de fuegos artificiales que debía ser respaldado por el equipo en el campo de juego. Sin lugar a dudas, Racing compitió de gran manera durante esta semifinal. Supo desde un principio que debía dar un plus por encima de sus posibilidades y lo hizo sin vacilar.

El encuentro empezó torcido porque al minuto Agustín García Basso salvó sobre la línea lo que era un gol seguro de quien convertiría 4 minutos después el 1 a 0. El Timao construyó una pared en el área grande de Racing y la salida apresurada del área ante un atacante sin ángulo liberó el arco para que Yuri Alberto abra el marcador.

Las dudas continuaron por un rato más donde el propio Arias remendó su apuro tapándole un remate a Rodrigo Garro, cuando el cordobés había quedado mano a mano con el portero neuquino. A partir de entonces, fue el público local quien levantó al equipo y lo sacó del letargo.

Con el correr de los minutos y con paciencia, el equipo albiceleste fue progresando y ganando metros, poco a poco. Por el contrario, el elenco vestido completamente de negro fue bajando la intensidad en la marca y empezó a dar ventajas en los duelos individuales. A los 35 minutos de la primera parte llegaría la acción que le permitió a La Academia empatar el duelo.

Maxi Salas quiso devolver un pase de Gabriel Rojas por bajo y encontró el brazo extendido del ecuatoriano José Martínez. El chileno Felipe González no dudó en sancionar la pena máxima.

Juanfer lo cambio por gol y el equipo de Ramón Díaz sintió el golpe de la igualdad. Tal fue así que tres minutos más tarde, desde un lateral, el conjunto de Avellaneda construyó el 2 a 1. Salas recibió el balón rápido de un alcanzapelotas, asistió a Maravilla Martinez quien, con un cabezazo dejó en libertad absoluta al colombiano.

Quintero aceleró acomodando el balón para su zurda y alejándose de su marcador para rematar cruzado; entre las piernas de Hugo Nogueira. El delirio se apoderó del Cilindro. El equipo le devolvía al hincha lo que el hincha ya le había entregado en toda la previa.

En el complemento, Racing fue quien marcó los tiempos del partido. Le bajó el ritmo y cortó con faltas tácticas cualquier posibilidad de contragolpe. Inteligente, peleó y lucho, con la intención de sacar de foco a su oponente y que el equipo paulista esté más pendiente de discutir con el árbitro que de jugar.

La alegría, por el pase a la final, fue conmovedora. El equipo, cuestionado durante muchos momentos durante la temporada, cambió su imagen colectiva a 180 grados. Comprendió la oportunidad única que se le presentó de quedar en la historia del club y la está aprovechando. Queda un paso más.

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